diciembre 23, 2004

Poco caballero

Cuando se deshizo de su armadura no lo dudó. Alguien le preguntó si estaba dispuesto a seguir la batalla desprotegido. "Aún estoy protegido" dijo señalando su cuerpo débil. Hacía días que no comía. Poco era lo que bebía. Los huesos se le marcaban en la piel pálida. Los tajos en su espalda hacían recordar viejas heridas... pero el no los veía. Los pies tristes y agotados. Sin embargo, el insistía en que no precisaba de la armadura. Y se negó a luchar armado de su puñal. Tanta valentía en un hombre que no la merecía, asustaba a sus compañeros. La batalla les dio la razón.
Apenas se encontró con el primer obstáculo, estuvo a punto de desistir. La casualidad estuvo de su lado y un charco de barro lo ayudó a destruir a su enemigo. Al ver el barro confundirse con la sangre se sintió satisfecho, alimentando su falsa creencia. Él solo no podía vencer a nadie. La llegada del otro jinete, con su lanza de fuego, le quizo abrir los ojo. Quizo atravesar su cráneo vacío al medio. Él le dio la espalda, dejando que la lanza se mezclara con las otras heridas. Pero olvidó que se encontraba despojado de armadura. Imploró que se la alcanzaran cuando ya era demasiado tarde. No pudo evitar la tragedia. Murió envuelto en llamas, con los ojos tan cerrados como cuando se encontraba con vida.

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