diciembre 30, 2004

Esa bella ausencia

Duerme abrazada a él todas las noches. Lo acompaña en sus innecesarias caminatas hacia ninguna parte. Le recuerda su presencia constantemente. Y él la lleva a cuestas. Como una carga pesada que se ha vuelto costumbre. Ella lo besa en el cuello y él goza con sus labios frios. A veces intenta perderla en un descuido, pero no logra más que aferrarse a ella. Y ella siempre lo espera, con su sonrisa siniestra y su eterna paciencia. Lo acaricia con sus uñas agudas. Y el debe conformarse con el cariño de ese raspón. Como única demostración de afecto, aunque sea solo compasión. Pero al final del día, le deja un espacio en su cama. Y vuelve a dormirse con la soledad abrazada al cuello. Abrazada tan fuerte que no le permite aullar su dolor.

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