febrero 14, 2007

Blú

Guardó lo poco que le quedaba en un cajón azul. Esperó que creciera. Lo dejó estar y salió a caminar por ahí. Desapareció un poco sonriendo por ahí. Se disimuló entre saludos y cócteles, un par de obras de beneficencia, vestidos de gala, canapés, y otras sonrisas complacientes. Nunca dejó de pensar en el cajón. En lo que había dentro del azul.
Las noches se hacían oscuras. Pero no con la oscuridad de la luz de la luna, sino con la oscuridad de lo negro, barro negro, espeso. Siempre una copa en la mano. O dos. El tinto anticipando la llegada del rojo. Besos para pasar la noche y ya está. Olvidar el azul por un rato. Un número de teléfono que se hizo esperar. Un par de llamados y otra noche de bocas repletas de besos. Hasta que golpeen la puerta para pedir las sábanas. Atragantarse con tres carcajadas, abrir y dejar que la señorita de blanco se lleve la prueba del delito. Un graciashastaluegodisculpelasmolestias y ducha.
Las tardes pasaban verdes. Verde pasto. Verde yerba. Verde resfrío-en-pleno-verano. Verde ojos. Verde agua. Verde árbol. Todo tan green que no daba lugar a otra cosa. Solo se iba par darle lugar a la oscuridad de lo negro, barro negro, espeso, que le daba lugar al rojo. Que le daba lugar al amarillo de la mañana que enseguida se convertía en verde.

Y llegó un día en que se decidió a volver al cajón. El azul. Revisar como habían cambiado las pocas cosas que le quedaban. Dejando atrás el Mondrián y enfrentando la madera azul madera.

Empezó azul cielo azul. Siguió azul mar azul. Pasó por el azul anochece azul. Hasta convertirse en un azul oscuro oscuro azul. No era lo que el esperaba. Lo dejó estar. Y el azul se hizo azul profundo azul.
Y todo azul.
Blue. It´s only blue.